domingo, noviembre 26, 2006

4ta. Latencia: De los espejos y los días




Me hallo como pájaro que emigra, en pleno vuelo y desorientada
pero no menos feliz.

No pertenezco más que al instante...

Bastó liberarme del peso para aligerar el ascenso... Recuerdo a Juan Salvador Gaviota,
gaviota fue mi primer seudónimo en medio de este mar embravecido llamado vida.

(En dos semanas viajo, pero volveré al blog tanto como pueda -a mis amigos lectores- hasta organizarme)


Otros dirán:

De palabras imprecisas, el canto afilado de este pájaro misterioso, aparece furtivo con vanas plegarias,
mirada curiosa,
voz calcinada de añoranzas.

Bebo el aire a través de este agujero abierto donde se cruzan los cuatro vientos
canto oculto que pregono a través de vagas metáforas.


2 comentarios:

Chus dijo...

Guiada por un misterioso impulso, tras leerte, descorrí páginas guardadas de algún antepasado reciente.
Es algo inevitable de lo que jamás huiré, mientras esté en mi mano.
Y no se por qué, todo lo reduje en unas cuantas frases que una tal Ana Rossetti pronunció una vez, y que te traigo sin saber muy bien si existe conexión alguna con tu sentir actual, pero ahí queda:

" I
Hubo un tiempo,
tiempo de la invención y la torpeza,
en el que la soledad era un esplendoroso y pavoroso
exilio, donde se conspiraba contra la lección que no se
quería aprender y se espiaba el misterio que se quería
arrebatar.
Era una gruta húmeda que enrejaba la luz en los helechos,
era el rincón de los castigos donde lágrimas larvadas
entronizaban, al fin, su soberanía,
era la pesadilla que aleteaba acorralada en una alcoba
irreconocible,
o un corazón agazapado en su escondite maquinando
citarse con venganzas, rebeldías y secretos ilícitos.
Era un tiempo de infancia y la soledad prendía su
bengala tras el escudo impenetrable del silencio.
Y el punto umbrío donde se cobijaba sólo era un
mágico amparo para su terco y glorioso resplandor."

II
Hubo un tiempo en el que el amor era un
intruso temido y anhelado.
Un roce furtivo, premeditado, reelaborado durante
insoportables desvelos.
Una confesión perturbada y audaz, corregida mil
veces, que jamás llegaría a su destino.
Una incesante y tiránica inquietud.
Un galopar repentino del corazón ingobernable.
Un continuo batallar contra la despiadada infalibilidad
de los espejos.
Una íntima dificultad para distinguir la congoja del
júbilo.
Era un tiempo adolescente e impreciso, el tiempo del
amor sin nombre, hasta casi sin rostro, que merodeaba,
como un beso prometido, por el punto más umbrío de la
escalera. "

Faltan dos pasajes más, pero lo dejo así, sin más.

Un Abrazo muy muy fuerte.

Ysa dijo...

Gracias preciosa por ese regalo, me gustaron mucho los poemas, no había leído nada de ella. Qué hermosas imágenes ofrece.

Un abrazo grande y lleno de cariño, :).