miércoles, septiembre 20, 2006

El arte de Tocar

La experiencia de tocar (en este caso, una obra de arte) puede llegar a ser tan placentera como el sutil roce a través una caricia espontánea, pero manejada por el hedonismo inconsciente. Quizás muy en el fondo algo nos dice a través de los minúsculos órganos perceptivos que en nuestro cuerpo algo inexplicable, pero delicioso, se sucede. Dicho esto, pienso que nada puede sustituir el sabor de una caricia y que en el acto de "tocar" o "palpar", con cualquier parte de nuestro cuerpo, estamos estimulando un mundo efervecente de sensaciones que nos pueden generar un universo exquisito por describir.

La sensación que me propicia el clavar mis dedos en arcilla blanda es un acto erótico y divino a mis sentidos, un acto puro e inocente. Es fácil descubrir un lenguaje paralelo que habla con la forma que nace, es tan sutil jugar con la forma y el movimiento; que es posible trasladarse a un mundo no real rodeado de una vacuidad (porque el pensamiento queda totalmente desconectado) y solo se "Es" en un universo infinito de sensaciones que dan paso una marea de imaginación que nos surge desde el inconsciente, desde el mundo intuitivo.

Hace años tuve la oportunidad de ser parte de una experiencia en un museo donde me correspondió ser una de las anfitrionas de un grupo de invidentes que "contemplarían" las obras de arte desde sus manos y sus experiencias perceptivas y a través del uso de otros sentidos ajenos a la visión. La experiencia fue más que grata, una sensibilidad profunda se me movía al ver e integrarme con ellos a través de un estado de meditación y entrega, siendo posible entrar en el alma de lo que ellos iban logrando captar en las obras. Desde sus rostros surgía una sonrisa inocente cargada de placer, espontánea, cómplice; los comentarios eran de admiración y las descripciones tan detalladas como las sugeridas por videntes. Al lado, otra anfitriona pronunciaba a viva voz el detalle y la historia para luego, a través de roces, asimilar la experiencia táctil.

En esa época debía sumergirme en el mundo de los ciegos desde otras perspectivas, por ejemplo, el usar antiparras para comprender lo que enseñaría y lo que ellos sentían, comprender cómo al abordar un autobús los giros y cruces, el movimiento del cuerpo y el sentido de la orientación cinestésica nos dirían si éste era derecha o izquierda, la inclinación de nuestro cuerpo si era subida o bajada y así pasaron días, semanas en las que declaro fue una experiencia nueva, algo dura pero bonita. Quedaba un cavilar constante en relación a la actitud del ser humano ante nuestros semejantes con ciertas discapacidades y limitaciones, o la manera como puede llegar a verse su mundo limitado y sin la posibilidad de difrutar algunas otras experiencias que por demás está decir, merecen disfrutar. En realidad ante la ausencia de un sentido los otros se hipertrofian y se afinan y la capacidad de percibir llega a multiplicarse, de una manera quizás no lógica. La facilidad que desarrollan para escribir en una máquina Braille es otro tema, pero es interesante verlos con tal habilidad, pude hacerlo con logros pobres que ya a esta altura serán menos que pobres pero que, junto a todo lo demás, dejaron la posibilidad de nutrir una parte de mí como ser humano. Conservo con gratitud esta experiencia de vida y de servicio hacia el ser humano.

Desde entonces, siempre me quedé pensando en la poca cantidad de museos que ofrecen esa posibilidad, y más tarde investigando encontré algunos temas interesantes, por un lado, desde la experiencia artística de apreciación de las obras de arte e interpretación y, por el otro, el de la posibilidad de brindar la oportunidad para que estas personas puedan integrarse a ese mundo enriquecido de formas, texturas, lenguajes y símbolos.

Comencemos desde alguna parte, y así irá creciendo el tema.


Hugo Baptista


Por qué la obra de arte no se toca.

"Se mira y no se toca

El arte griego y el occidental en general, a diferencia de ciertas formas artísticas orientales, dan mucha importancia a la distancia correcta de la obra, con la que no se entra en contacto directo: en cambio, las esculturas japonesas se tocan, y con un mandala tibetano de arena se interactúa. La belleza griega es expresada, pues, por los sentidos que permiten mantener la distancia entre el objeto y el observador: vista y oído más que tacto, gusto u olfato.Sonido y visión son las dos formas de percepción privilegiadas por los griegos (probablemente porque, a diferencia del olor y del sabor, se pueden reducir a medidas y órdenes numéricos). Pero aunque se reconozca a la música el privilegio de expresar el alma, sólo a las formas visibles se aplica la definición de bello (kalón) como “lo que agrada y atrae”. Esta diferencia se entiende si se tiene en cuenta que una estatua debía representar una “idea” (y, por tanto, suponía una contemplación detenida), mientras que la música se interpretaba como algo que suscita pasiones.Debido a esta implicación que se produce en el ánimo del espectador, las formas perceptibles por el oído, como la música, despiertan sospechas. El ritmo de la música remite al fluir perenne (y disarmónico, porque carece de límites) de las cosas. Así pues, desorden y música constituyen una especie de lado oscuro de la belleza apolínea armónica y visible, y como tales se incluyen en la esfera de acción de Dionisos." U. Eco.

No hay comentarios: